Por Héctor Rodríguez Méndez
La voz del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, volvió a resonar fuerte y sincera en territorio Yaqui. Un presidente emotivo que cimbró la conciencia de la tribu y estremeció las ruinas más antiguas, al devolver el territorio a la superficie original decretada por el general Lázaro Cárdenas del Río, hace noventa y cinco años.
El evento celebrado en Belém (Pitahaya en lengua Cahíta) deja muchas enseñanzas; para los muertos que han luchado por la justicia en este país, no más coronas ni guirnaldas de oliva sino acciones que concreten un Estado de Bienestar donde no haya pobreza sino calidad de vida, dignidad ciudadana y políticas de inclusión, igualdad y pleno desarrollo para todos.
No es un evento menor el realizado por el presidente en ésta su venida número veintidós, a Sonora. Se trata de un evento histórico que marca lo que quizá sea el acto de resarcimiento de territorios ancestrales, más importante en la historia contemporánea de México, América Latina y el mundo. Con ello, el presidente Andrés Manuel López Obrador manda un mensaje claro de lo que significa la trascendencia de La Cuarta Transformación.
A su vez deja un testimonio importante de lo que pueden ser las bases de un proyecto social diferente para organizar al mundo en la complejidad de las culturas.
Como bien lo apuntó el arquitecto Román Meyer, Secretario de SEDATU, la Tribu Yaqui constituye el ejemplo más vigoroso de los grupos indígenas que en México y, yo me atrevo a decir nuevamente que en el mundo, han defendido no solamente su territorio, sino además su identidad, su lengua y su cultura. Es decir, el derecho a ser diferentes en un mundo que cada vez homogeneiza más las conciencias y excluye al que no piensa y actúa uniformemente.
La firma del decreto que garantiza la devolución las 29,241 Has., realza otro aspecto fundamental de los nuevos servidores públicos, emanados de la Cuarta Transformación; su honestidad, compromiso de trabajo y accionar eficiente de cara a los grandes problemas heredados por un modelo neoliberal que sólo generó políticos interesados en amasar fortunas y negocios personales, ignorando la solución de las necesidades sociales del pueblo de México. Se acabaron las ceremonias cortesanas y serviles, donde los servidores públicos solamente aparecían de relleno para engrandecer la figura de presidentes fatuos y superficiales.
Más allá de las enfermedades atribuidas al presidente por Guacamaya leakes, lo que vimos en Belém fue a un hombre extraordinariamente fuerte, sonriente y pleno de energía que dio una cátedra magistral del sufrimiento despiadado al que fueron sometidos los Yaquis y otros grupos indígenas, para expulsarlos de sus territorios originales.
La historia del despojo, permitido o solapado tiene nombres y apellidos no solamente en el pasado. También en la etapa neoliberal reciente, donde personajes envejecidos y enjutos, como Ernesto Zedillo, pasaron por alto en su decretos, el resarcimiento de las 29,241 hectáreas que hoy le son reconocidas y devueltas a la Tribu.
Los muertos de Pitahaya que descansan en el panteón, junto a las espléndidas construcciones comunitarias hechas dentro del Plan de Justicia, pueden descansar en paz. La Cuarta Transformación y la voluntad política de nuestro presidente, seguirán abriendo caminos para que la patria sea un territorio común de paz, dignidad, desarrollo y justicia.