Por Francisco Casanova
En Sonora tenemos uno de los mayores índices de violencia familiar y el gobierno tiene que lanzar programas para disminuirlo, dijo el gobernador Alfonso Durazo Montaño en su habitual conferencia de prensa de los martes.
El gobernador ya había tratado esta preocupante realidad desde principios de su gobierno, y en ese sentido había expuesto la necesidad de trabajar desde el interior de la familia para, en principio, disminuirlo y a la postre resolverlo.
En realidad se trata de un tema muy serio y profundo.
Se ha dicho siempre que la familia es la base de la sociedad, porque es donde se construye la identidad de la persona. Siendo así, son los padres los primeros responsables de la educación de los niños y luego la escuela al tomar cada vez un papel preponderante.
Y es ahí donde en esencia y en la práctica, la familia y la escuela tienen que trabajar juntos, con programas educativos profundos en cuanto al fortalecimiento de valores humanos, así como en campañas permanentes de comunicación, serias y sensibles, atendiendo una realidad violenta que se tiene que transformar desde la infancia y en las relaciones de pareja.
Está claro, pues, que en la educación está la clave, porque es ahí donde se enseña el verdadero sentido del respeto a las relaciones humanas y a la justicia.
Vale la pena, entonces, atender de manera integral este nuevo llamado del gobernador. Es un tema de corto, mediano y largo plazo que no debería de interrumpirse nunca, si realmente se quiere transformar a Sonora en un Estado de relaciones sociales cordiales y de armonía.
Y, donde la violencia provocada por delincuentes, muchas veces de impacto tremendo, como sucede ahora, tendría que ser cada vez menor.
De hecho en Sonora, como en el país, está sucediendo lo anterior. Los índices violentos han bajado, pero hace falta apuntalar socialmente los programas contra la violencia familiar y, de manera especial, en el marco educativo.
Porque, como se diría coloquialmente: La violencia se mama. Y hay que construir escenarios de paz.