Ruido, mucho ruido…

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Por Marybel Gutiérrez Mendívil

En la antigüedad, cuando las guerras por conquistar territorios eran cuerpo a cuerpo, previo a la toma de posesión de una ciudad amurallada, el ejército invasor utilizaba el ruido como instrumento de guerra; golpeando toda clase de utensilios metálicos se producían sonidos molestos al oído de los pobladores de la ciudad en cuestión, de tal modo, que la invasión iniciaba con esa tortura auditiva que rompía la tranquilidad del ambiente, logrando mermar el ánimo de la gente al grado de desquiciarla.

Hoy sabemos que el ruido es un elemento que obstaculiza una buena comunicación; de tal modo, que a nivel mediático, si queremos distraer la atención de alguien es cuestión de generar fake news, por decir un ejemplo, que desvíe del tema de interés y producir un efecto de distracción y confusión.

Ubicándonos en el contexto político actual, la oposición en México no ha presentado propuestas concretas, se ha dedicado a atacar al gobierno actual y lo único que trae consigo es una campaña de mentiras, además de minimizar e ignorar los logros del gobierno actual, que en décadas no se tuvieron, es decir, sólo se han dedicado a producir ruido; por lo tanto, el ruido es su único instrumento para luchar por volver al poder y gozar de sus añorados privilegios, muchos de ellos ilegales.

Piensan que el pueblo es tonto, pero ya nos demostraron de que están hechos y en su mentalidad arcaica no les interesa el bienestar de la gente.

Hoy es nuestro tiempo, estamos haciendo historia con la transformación de la vida pública de México, no dejemos que su distracción nos confunda, hay que aprender a ignorar su ruido.

Son demasiados años de hacer ruido para tapar sus negocios redondos con capital del erario, desviando a sus bolsillos lo que le pertenecía al pueblo, se les acabó su tiempo y debemos poner obstáculos legales para que no regresen.

Con tanta corruptela de los gobiernos neoliberales, es entendible que su objetivo girara en diversos modos de hacer ruido, hicieron tanto ruido, tanto, tanto ruido, diría Joaquín Sabina, que con tanto ruido, no escucharon su final.

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