Meses después del arrasador 1 de julio del 2018 se vivió un evento que much@s vimos, leímos y repetimos, pero seguramente no fue hasta poco después de la elección del 6 de junio del 2021 que lo pudimos corroborar: se vació el partido, se vació el movimiento, porque mal que bien son much@s quienes hoy están ocupando un espacio dentro de la administración de Alfonso Durazo.
Este fenómeno no es poca cosa, no es algo que deberíamos ignorar quienes militamos en Morena, en la 4T, en la izquierda, en el obradorismo o como gusten llamarle, pues el triunfo pasado no nos garantiza la continuidad, ni siquiera un buen gobierno necesariamente lo hace (ejemplo perfecto es la derrota del ayuntamiento de Hermosillo). Estamos en una guerra ideológica constante y esa realidad va mucho más allá que un elemento discursivo. Todos los días vivimos un invariable ataque mediático, discursivo y es muy claro que a los opositores de la 4T no les interesa si lo que dicen es verídico o no, si logran engañar a una persona por cada mentira dicha, ellos se dan por bien servidos.
Son impresionantes los paralelismos que tenemos de la experiencia latinoamericana de la izquierda en el poder, como por ejemplo, Brasil o Ecuador. Hace pocos días Lilly Téllez, aprovechada del curul que le robó a Morena, expresaba que quiere ver al presidente López Obrador en la cárcel, lo cual nos podría parecer totalmente inverosímil, quizá hasta chistoso por lo absurdo, pero después de saber que Lula da Silva estuvo preso después de dos mandatos presidenciales, que dejó con una aprobación del 87% y sin haber cometido ningún delito, ya el sentimiento burlesco cambia a preocupación.
No quiero que mis palabras se interpreten de ninguna manera como un presagio ni intencional ni involuntario, sino como un llamado de atención para tod@s, para mí misma, de que tomemos con la seriedad suficiente el momento que vivimos y nos preocupemos por la trascendencia de nuestro proyecto de Nación y Estado. Quienes están ocupando una posición dentro del Gobierno, hagan de los principios “No robar, no mentir, no traicionar” un imperativo permanente.
Pero no solo eso, trabajemos en la formación política, propia y colectiva, es la única forma que tenemos de reorganizarnos y así también, reorganizar las relaciones sociales que rigen en el grueso de la población (la que vota y votará) y que por lo regular son estructuras clientelares, donde la voluntad está a la venta y la gana quien posee más dinero.
La Cuarta Transformación se propone de origen la revolución de las conciencias: revolucionémoslas. No olvidemos que como impulsores de estas nuevas perspectivas, somos medios de comunicación andantes y convencer/concientizar es una responsabilidad autoimpuesta. Generemos espacios de diálogo/debate constantes, espacios colectivos, formemos nuevos y diferentes liderazgos que partan desde el consenso, con los principios éticos por delante y no el beneficio personal.
Faltan 2 años para el 2024 y el presidente ya nos dijo que se va a la Chingada, ¿hay un proyecto post AMLO? Yo pienso que sí, pero también considero que no tenemos nada asegurado y hay mucho por discutir sobre el rumbo que le queremos dar a la 4T, no solo sobre los quiénes, sino también el de los cómo. Este proceso si es de largo aliento, pero si perdemos el poder, habremos retrocedido en nuestro objetivo y eso es simplemente inadmisible.