Por Luis Moreno
El espectro ideológico cada vez se difumina más, en algunos estados del país se respiran aires de descontento que desmoralizan al electorado y a la militancia frente a lo que se avizora—hasta cierto punto predecible— por parte del partido.
La alta competitividad electoral que ofrece MORENA ha generado listados interminables de candidatas y candidatos, desde obradoristas de cepa hasta actores otrora antagónicos y acérrimos rivales del ideario del actual gobierno. El presidente lo sabe, en una reciente conferencia matutina contó a manera de chascarrillo que en algún pueblo de esos que recorre frecuentemente leyó una manta que decía: maneje con cuidado, puede atropellar a un candidato.
Sonora no está exento de ese padecimiento generalizado, por eso, los involucrados en las tomas de decisiones deben considerar muy bien quienes irán a las urnas a representar el proyecto de transformación que es tan aceptado y querido por la mayoría de los mexicanos y los sonorenses.
La vorágine y la cotidianeidad del poder pueden hacer que se pierda de vista la esencia del movimiento: el pueblo, la gente, los hoy politizados. Sería un error garrafal no considerar a las bases ni a los militantes del obradorismo y el morenismo. Sería también un error, pensar que los perfiles idóneos son los del peinado engominado y la risa perpetua, los jóvenes viejos, los desideologizados o los vacuos carismáticos.
Ante la tesitura que se avecina, el balance, la consideración de todos los actores y el saberse de izquierda serán centrales. Es irrefutable que el distintivo principal de este proyecto de gobierno tan exitoso es el ideológico. Sin embargo, se entiende que las dinámicas electorales implican estrategias que permitan, en este caso, garantizar y apostar por el Plan C. Lo que no es permitido y que seguramente pesará, es que los de antes sean los más en esto que es tan fuerte y bello por ser colectivo y popular.