Por Rodrigo Arturo Rosas Cabrera
Poco más de 5 años desde que la Cuarta Transformación de la Vida Pública de nuestro México finalmente llegó para instaurarse como Modelo Hegemónico Emergente, tras el artero golpeteo permanente con el que los gobiernos neoliberales estuvieron arremetiendo en contra de esta gran nación, durante más de cuarenta años.
Para nuestra fortuna, México es mucha pieza. A pesar de los múltiples intentos de acabar con todo, el pueblo mexicano está dotado, desde tiempos ancestrales, con un código genético que enarbola el respeto, la cultura, la honestidad y una serie de valores que aunados a la organización en los muy diversos tipos de familias como unidades estratégicas de defensa, conformamos un hueso muy duro de roer, o mejor (para que los de enfrente entiendan) un hueso que no se copta, que no se maicea y no puede ser conquistado para usarse como moneda de cambio.
En las últimas semanas, hemos visto cómo en el afán de engañar de nueva cuenta, los conservadores han puesto en marcha un circo con el que pretenden ilusoriamente representar una opción de cambio, ante la aceptación arrolladora de la Transformación que está más presente que nunca, la que no se echa para atrás y la que seguramente continuará por muchas décadas.
Mientras que la doctrina rancia de la derecha continúa con el “peligro para México” e intentando descalificar; o incluso, tratando de hacer creer que la corrupción permanece en el actual Gobierno de México, lo que no reconocen y que además se comenta poco, incluso en los noticieros que se asumen como parte de las honrosas excepciones, es que para los casos más emblemáticos de problemáticas del gobierno en turno, se ha actuado con señalamiento, con tolerancia cero ante las malas prácticas y ante hechos que solo representan la intención de seguirse sirviendo del pueblo en lugar de servirlo.
El presidente Andrés Manuel López Obrador ha sido más que congruente, en toda la extensión de esa palabra, considerando que ha respetado completamente la división de poderes. No podemos decir lo mismo del Poder Judicial, uno que ha arremetido contra el Legislativo casi usurpando sus funciones, y lo mismo contra el Ejecutivo, desacreditando las varias intenciones de mejorar nuestro sistema de gobierno. Ese Poder Judicial, junto con el poder de los medios tradicionales siguen lamiéndose sus quemaduras de Cuarto grado.
Sobre los de enfrente y los de más al frente, para el análisis basta poner en la palestra lo predecibles que son sus discursos, lo carentes de propuesta y la desbandada que se ha producido por parte de los y las interesadas que habían jurado que vendrían a salvar al país del monstruo que no terminan de inventar. Es completamente lógico el reconocer que el dedo ya señaló y que lo que queda es ver qué migaja o qué pluri pueden carroñear.
Por su parte, en el Movimiento de Regeneración Nacional, el más grande movimiento social de los últimos años, se decide por el cambio de liderazgo, entre los liderazgos que ya son aceptados, los que se han comprometido con la continuidad con cambio y entre los cuales se está definiendo la dirección que nuestro pueblo quiere para lograr el bienestar como nación.
Es muy importante recalcar que la lucha por un mejor país no ha terminado, sin embargo, que ahora la lucha está dándose desde nuevas trincheras, una de ellas, la del gobierno mismo. Esta última, es la que se enclava en la transformación incluso desde el reconocimiento de servidores públicos que distan mucho de los “funcionarios” que operaban el sistema corrupto de los gobiernos neoliberales.
Otra trinchera, la de la lucha por desterrar la corrupción. Arrancar ese mal que si bien estaba metido hasta las entrañas, no es imposible de expulsar, incluso de la forma de pensar. El pueblo está inmerso en una Revolución de Conciencias, y no existe otra forma de llevarla a cabo sino a través de mantenerse informados, de la lectura y de la revisión hoy más nutrida que nunca de lo vertido en los medios; en una radio, televisión y prensa, que compiten como iguales ante la creciente participación en las redes sociales.
Termino con una pequeña reflexión que dejo para la comenta. Hace pocos años escuché a una periodista, que comentaba en una transmisión con la que daba cobertura a cierta manifestación social, que “sólo era una ama de casa con micrófono”. No sé ustedes, pero tal vez eso era justamente lo que hacía falta