Marcelo está herido y no sabe qué hacer con su herida. Una mujer le ha lastimado profundamente en su ego.
Por Blanca Gutiérrez
A bote pronto, con la herida de la derrota todavía fresca, advirtió: “no nos vamos a someter a esa señora”. Esa expresión la publicó el periódico El País en su edición del pasado 6 de septiembre y nunca fue desmentida por él.
La expresión lo dibuja de cuerpo entero, en toda su misoginia: si hubiera dicho “no reconoceré el resultado” hubiera sido diferente; pero no, él habló de “sometimiento” a una mujer. ¡Vaya expresión! ¿Cómo que López Obrador y la población encuestada prefirieron a “esa señora” y no a él, el más bello e inteligente de todos?
Desde hace más de un año, todas las encuestas indicaban que “la más bella” de todas era Blanca Nieves, digo, perdón, Claudia Sheinbaum; pero, necio como es, todos los días Marcelo se paraba frente al espejo para ratificar lo que sólo él veía: que no había en todo el reino alguien más bello que él y que, por lo tanto, el elegido para gobernar en esta tierra azteca sólo podía ser su persona.
Cuando inició el proceso interno en MORENA, le dijo a todo México lo mismo que desde hacía seis años, cada que se miraba al espejo, se decía a sí mismo: “¡Sonrían, todo va a estar bien!”
Para lograr la misma hazaña histórica de AMLO, decidió imitarlo, pero lo único que consiguió fue hacer el ridículo. Copió, de entrada, su lema (recordemos que en 2006 AMLO popularizó el lema: “¡Sonríe, vamos a ganar!”) Luego, lo imitó en el medio de transporte que utilizaría: si AMLO hizo su campaña electoral manejando un popular Tsuru, pues él iría todavía más lejos: decidió subirse a un “bochito” en el cual, por cierto, no cabía (lo que lo hizo verse grotesco).
Quiso quedar bien con su jefe y anunció la creación de la Secretaría de la Cuarta Transformación y dijo que al frente de ella estaría uno de los hijos del presidente. ¿Lo recuerdan? Bueno, bueno … al suspirante le “llovió” de lo lindo: su concepto de la 4T lo redujo ¡a una oficina burocrática! Mal, muy mal.
Cuando se registró ante MORENA, el pasado mes de junio, pletórico, cual pavorreal, hizo lucir su hermoso plumaje y dijo: “Soy el primero que me registro, soy el primero que me separé del cargo y soy el primero en las encuestas”. Y así, la campaña fue un mirarse todo el tiempo al espejo: yo, yo, yo, yo.
De manera por demás atropellada, violó todo tipo de acuerdos y lanzó un desafío a México: “O Claudia o yo”. En esa disyuntiva, marcó la línea divisoria: Claudia era el pasado; él, el futuro.
Desde el inicio quiso demostrar su elegancia: él sería asesorado por un consultor internacional que le iba a señalar el camino del triunfo y contrató a quien había llevado a la presidencia, nada más y nada menos, que a Mauricio Macri y a Guillermo Lasso, pero tampoco eso le funcionó, porque su campaña fue de fracaso en fracaso.
Mientras Claudia sudó la gota gorda recorriendo el territorio nacional, Narciso Ebrard se instaló cómodamente en las redes sociales. El problema fue que le dio crédito a lo que los bots y su propio espejo le decían: que él iba ganando y que arrasaría en las encuestas que sólo él veía … hasta que llegó la hora de la verdad.
Con el ego herido, Narciso Ebrard va de tumbo en tumbo.
Dice que quiere justicia pero en realidad busca venganza. Lejos de buscar resarcir un proceso, lo que pretende es reventarlo. Actúa como los amantes despechados: «si no es conmigo, con nadie».
Intentará hacerle pasar malos momentos a “esa señora” llamada Claudia Sheinbaum, pero no se da cuenta de que la legitimidad de su lucha es nula (no tiene las manos limpias). Curiosamente, los que más le aplauden son los defensores del narco-Estado. Cuando denunció fraude en el proceso interno de MORENA, por paradójico que suene, el primero en aplaudirle fue Felipe Calderón.
No habrá nada que pueda hacer más feliz a Marcelo que ver destituida a Claudia Sheinbaum como lideresa de la 4T. Pero eso no lo logrará, porque somos millones quienes la respaldamos.
Ebrard quiere vengarse de López Obrador “aniquilando” políticamente a su protegida, a Claudia Sheinbaum; pero no se da cuenta de que, al intentarlo, lo que en realidad está cometiendo es un grave suicidio político.
Al tiempo.
Tomado de Blanca Blanca Gutiérrez, Historiadora de la UAQ
Twitter @TiempoyMemoria