Por Héctor Apolinar
“Las cosas buenas en la Historia son frecuentemente de muy poca duración, pero después tienen una influencia decisiva sobre lo que sucede en largos periodos de tiempo. Solo considérese qué tan corto fue el periodo verdaderamente clásico en Grecia, y que nosotros estamos todavía moldeados por ella, hoy”.
Es lo que nos dice la inteligente filósofa política judío-alemana, Hannah Arendt.
Podríamos aplicar la afirmación que hizo Arendt, para comprender el proceso político que vivimos en la “Cuarta Transformación de la vida pública de México”, que impulsa el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador, que tiene impactos de corto plazo, es decir, lo que su gobierno ha logrado hacer en cinco años y medio, y la influencia que tendrá en la evolución política y social de México en los próximos años.
Sucedió de forma similar con el gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-40), cuyas trascendentes acciones moldearon la vida de México hasta hace muy poco cuando el gobierno de Peña Nieto “desnacionalizar” el petróleo, al vender “bloques” de yacimientos petroleros a inversionistas privados nacionales y extranjeros.
Desde la nacionalización del petróleo en 1938 hasta alrededor de 2012, el gobierno de México logró financiar su presupuesto público y sostener el sistema escolar, el pago de salarios a maestros de educación pública, los sistemas de salud pública, como el IMSS, invertir en construcción de infraestructura vital como carreteras, presas, etc., gracias a los recursos petroleros, ya que vía impuestos no logró financiar el presupuesto, debido a que el cobro de impuestos en nuestro país es bajo: alrededor del 12 por ciento del Producto Interno Bruto.
Lo mismo ocurrió con la expropiación que hizo su gobierno de grandes propiedades de tierras que estaban en manos de compañías extranjeras en varios lugares del país, como los de Mexicali y el Yaqui, las que fueron entregadas a campesinos sin tierras.
Al mismo tiempo, el gobierno de Cárdenas impulsó la organización de los campesinos en ejidos, que fue una forma especial de propiedad común de la tierra. Muchos ejidos existen todavía en el país, sin embargo, Salinas de Gortari modificó la Constitución de la República para que los ejidatarios pudieran vender sus tierras, lo que ocurrió en muchos lugares de México.
Lo anterior, dicho a vuelo de pájaro, nos da una idea clara de cómo una acción política de impacto económico de corto plazo tuvo un efecto de muy largo plazo en la vida de nuestro país.
Lázaro Cárdenas gobernó en un período extremadamente difícil de nuestro país en el que la ingobernabilidad amenazaba con destruirlo.
Un autor lo describe así: “En 1910-20 el aparato estatal está a tal punto debilitado, por las luchas y controversias, caudillismos civiles y militares, que el Estado Mexicano, prácticamente deja de existir.” (1)
Su gobierno retomó el contenido de la Constitución de 1917, producto de la Revolución Mexicana, con cuyos postulados inició la reconstrucción del Estado mexicano y le dio un cauce pacífico a la vida nacional.
Por ese motivo, se considera que el gobierno de Cárdenas llevó a cabo los postulados de la Revolución Mexicana que, hasta entonces no se habían cumplido, es decir, consumó la “Tercera Transformación”.
AMLO y la 4T
Al presidente López Obrador no le ha tocado una tarea menor.
López Obrador encontró un Estado casi privatizado, con entidades “autónomas”, independientes del gobierno, pero con poder suficiente para frenarlo.
La aplicación del modelo económico neoliberal se basó en el desmantelamiento del Estado Mexicano, bajo la premisa de que “menos Estado es mejor”, que es el postulado esencial del neoliberalismo, que en los hechos fue aplicado por Margaret Thatcher y Ronald Reagan.
Los grupos hegemónicos de las finanzas internacionales con sede en Wall Street, la City de Londres y Amsterdam, así como los grandes empresarios petroleros y de la industria armamentista, empujaron que los países del llamado “mundo en desarrollo” o del tercer y cuarto mundo, adoptaran el modelo neoliberal por las buenas o por las malas: menos Estado y privatización de los bienes nacionales, como el petróleo, la tierra y el agua, entre otros.
Desde el gobierno de Miguel de la Madrid, en el que Carlos Salinas de Gortari, tuvo un papel decisivo, hasta Ernesto Zedillo, y después con los gobiernos del PAN, encabezado por Vicente Fox y Felipe Calderón, el Estado Mexicano fue reducido a su mínima expresión, al tiempo que se privatizaron empresas públicas a remate y sectores completos de la economía del país.
El gobierno de Peña Nieto culminó ese proceso con la subasta de los campos petroleros y sus “reformas estructurales”, como la energética.
La imposición del modelo económico neoliberal se hizo “por la mala”, es decir, vía el fraude electoral como lo hicieron en 1988 a Cuauhtémoc Cárdenas y en 2006 a López Obrador.
López Obrador llegó al gobierno por una votación masiva a su favor: 30 millones de votos. Fue la única forma en que los poderes dominantes en México, que controlaban las elecciones, se vieran obligados a aceptar la victoria de AMLO.
Sin embargo, López Obrador asumió un gobierno que estaba desmantelado y atado de manos por los llamados “entes autónomos” que son más fuertes que el propio Presidente.
Los “entes autónomos” y las reformas a la constitución en materia de energía, fueron “camisas de fuerza” que pusieron los poderes hegemónicos o la “mafia del poder”, para evitar que el Presidente de la República, se “saliera del huacal”.
En realidad, trataban de evitar que el Presidente de la República cumpliera con los postulados de la Constitución, que fue producto de la Revolución Mexicana y que tiene una orientación social no neoliberal, por esa razón se la denominó la “primera revolución social del siglo 20”.
El presidente López Obrador ha tenido que reconstruir la arquitectura del Estado Mexicano con el fin de que recupere su sentido social y no solo empresarial.
Los programas sociales, el incremento de los salarios, el combate a la corrupción, la reforma del sindicalismo, la recuperación del petróleo y de Pemex, el fortalecimiento de la Comisión Federal de Electricidad, que estaba en vías de privatizarse, son algunas de las medidas tomadas por su gobierno para recuperar el sector social de la economía mexicana que es la esencia de la Constitución de 1917.
El presupuesto público tiene hoy una orientación social y construye lo que es, en estricto sentido, un Estado de Bienestar.
Lograrlo ha sido una lucha constante contra una cantidad de intereses acumulados de 1982 a 2018, que manejan el presupuesto público y la economía nacional en su beneficio, dejando a la mayoría de los mexicanos en la pobreza y en la indigencia, como ocurrió.
En la situación que hemos descrito a grandes rasgos podemos encontrar una explicación del porqué de la violencia que azota al país y que no cesa.
Seis años no son suficientes para resolver los problemas agudos creados por los gobiernos neoliberales desde Salinas de Gortari a Peña Nieto, pasando por Zedillo, Fox y Calderón.
Se requiere un esfuerzo nacional sostenido durante varios sexenios más para “sacar a México del hoyo”.
El presidente López Obrador lo inició de manera valiente y trabajando horas extras en un entorno político adverso. AMLO ya puso las bases, ahora hay que construir el futuro.
La mayoría de la sociedad lo demanda, y está lista para dar un voto masivo, como lo hizo con Andrés Manuel López Obrador, para que la “transformación continúe” y no haya marcha atrás.
Nota 1: ver El Estado capitalista en la época de Cárdenas, Editorial Era, pág. 17.