Por Martín Hernández Vega
Buena ondita: el que se cree estudiado, analítico, demócrata, crítico, al participar en política.
A ellos no los etiquetes porque son «intelectualmente honestos», argumentan y opinan por encima de los demás, de los apasionados, de los seguidores, de los que toman partido; ellos no tienen ideología, son «objetivos».
Pero, ahora que el PRIAN ha hecho su ridículo simulacro de «un procedimiento ciudadano muy democrático y abierto» que al final del día consistió en ir bajando a cada uno o a varios de los doce inscritos, para finalmente quedar en lo que AMLO había pronosticado: un simulacro para nombrar a Xóchitl, previamente escogida por Claudio X el ideólogo y gerente del PRIAN.
¿Y los buena ondita? A tragarse el cuento, hacerse como que no ven, evitar argumentos y apoyar a la señora X con su corrupción y enriquecimiento desde el poder, con sus malas palabras, la que bateaba al PRI, que comía pasteles raros, etc.
Los buena ondita, tan castos ellos, ahora han tomado partido sin cortapisas y actúan como nunca hubieran querido; actúan con su ideología prianista, la ideología de los conservadores mexicanos que odian la transformación, ese proceso que millones de ciudadanos impulsan junto al presidente Andrés Manuel López Obrador y que tendrá larga vida de seguir los partidos, sus gerentes y los buena ondita, actuando como lo están haciendo en estos tiempos.