Empresarios, gobiernos y trabajadores en los tiempos de la 4T

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Opinión

Por Francisco Casanova

A pesar de los virulentos ataques, quejas y ofensas de parte de un grupo menor de la «derecha» en el estado y en el país, Sonora camina  por la ruta de la transformación impulsada por el presidente AMLO, desde hace 4 años. Y es una transformación social, política y económica que lleva un buen paso.

Antes, la eterna promesa de cambio en términos concretos sólo servía a las complicidades entre los altos intereses del sector público y el sector privado. Y con el pueblo, nada.

Pero hoy eso ya no tiene la menor importancia. Para empezar, antes el cambio se traducía simplemente en «aparentar que se cambiaba para que todo siguiera igual».

Y el sector público en alianza con algunos grupos del sector privado  – porque la prosperidad no alcanzaba para todos- hacían grandes negocios poniendo en marcha la práctica del influyentísimo como parte de un capitalismo de cuates, como se le llegó a bautizar.

Y se notaba siempre cómo alguno de esos grupos económicos se desarrollaba a más no poder, en comparación con los demás, en detrimento obvio del desarrollo natural de la comunidad en su conjunto.

Hoy con Alfonso Durazo, el primer gobernador en muchos años que llega al poder político en Sonora sin intereses económicos, se observa – perfecta y claramente en su estilo personal de gobernar, que la separación del poder político del poder económico ya se dio en Sonora, como parte de la cuarta transformación ofrecida por AMLO.

Aquí ya no se tiene como primeros beneficiarios del gobierno a los apellidos de la clase alta, como sucedió toda una vida. Ahora el beneficiario, a pesar de la ruina en que se dejaron de nuevo las arcas al final del sexenio pasado – es la gente que pertenece al Sonora profundo, al que nunca le había tocado nada. Y al que le empezó a tocar, apenas, hasta hora.

Eso es gobernar. Planear con auténtica convicción democrática para beneficiar y dar bienestar a la gente, en sus necesidades más elementales. Y lo otro es la corrupción.

Es decir, echarse la cola al hombro y vivir como sultanes a costa del deterioro de la vida de los demás, ignorando a la gente o reprimiéndola en su caso, cuando ésta se atrevía a protestar.

Y la verdad, que bien que esas prácticas ya se dejaron atrás como parte de esta cuarta transformación que ahora se vive intensamente y que, al parecer, todo indica que llegó para quedarse.

Ahora en la agenda política pública el primer lugar lo tiene el Pueblo y no la IP.

Pero eso no significa que al empresariado no se le deba dar el lugar que le corresponde en el engranaje de la vida productiva, junto al gobierno y los trabajadores para generar – ahora sí – un desarrollo económico y social basado en la justicia, tan anhelado por la mayoría de los sonorenses.

¡Qué más quisiera uno!

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