Si algún adjetivo hay para definir la jornada que vivimos el domingo pasado es lo épico y lo heroico. En efecto, esa jornada pasará a la historia como el día en el que la democracia Mexicana reafirmó un nuevo camino, un derrotero en el que la ciudadanía elige un proyecto colectivo, un proyecto social de gran calado para afirmarse en el presente y proyectarse a un futuro inédito.
Las imágenes a lo largo y ancho del país pusieron la piel chinita. En la Sierra tarahumara hubo Rarámuris y mestizos que transitaron-caminaron once horas para llegar a su casilla de destino. Personas que desde un día antes llegaron a una comunidad para dormir ahí y al otro día votar.
Las trampas y artimañas del INE como reducir al mínimo las casillas, ubicarlas a distancias remotas o de plano casi esconderlas, no surtieron efecto para una ciudadanía que inmersa en esta Cuarta transformación, superó con creces los escollos y obstáculos interpuestos por el órgano electoral de debiese ser el garante y árbitro imparcial en este proceso.
Una jornada épica y heroica, gozosa y fiestera fue la que se vivió en Hermosillo. Ancianas postradas, bajadas en brazos de carros clasemedieros y trasladadas en silla de ruedas para votar en su casilla respectiva. Adultas mayores que apenas podían sostenerse en sus bastones pero con ánimo y convicción exultante llegaron también a emitir su voto.
No cabe duda, el espíritu de La Cuarta Transformación se manifestó como una sola voz y cientos de acciones para refrendar el apoyo a un proyecto que ya cambió el rostro de este país. Una sola voz y muchas acciones para librar y ganar las siguientes batallas que consolidarán una democracia realmente participativa.