Por Héctor Apolinar
Se afirma por algunos conocidos periodistas que la cifra de homicidios dolosos en lo que va del sexenio del presidente López Obrador oscila entre 166 y 167 mil, con lo que habría superado los ocurridos en el sexenio de Felipe Calderón y también de Peña Nieto.
Es una cifra que han repetido para sustentar su afirmación de que la estrategia de López Obrador es un fracaso.
Como hemos abordado en otro artículo en La Cuarta en Sonora, en el año 2010, ya en el gobierno de Calderón, la cifra de homicidios superó, por primera vez, los 20,000 anuales, al llegar a los 25,757.
“El siguiente año, 2011, la cifra subió a 27,213 homicidios, y bajó…a 25,967, en 2012”. La cifra iba en ascenso. En el último año del gobierno de Peña Nieto (2018) la cifra de homicidios fue de 36 mil 685, es decir, superó los 30 mil por año.
Pero en los dos primeros años del gobierno de López Obrador ya no se incrementó, sino que se frenó.
Señalé en ese escrito que “en 2019 fue de 36, 661 y en el año siguiente fue de 36, 673” y que “en 2021, la cifra cayó a 35,625, aunque todavía en el rango de los 30,000”.
La cifra de homicidios dolosos cayó nuevamente a noviembre de 2023 a 27 mil 354, es decir por debajo de los 30 mil. Faltaba contabilizar los caídos en diciembre que podrían confirmar la “tendencia a la baja” ya que el número de homicidios en noviembre fue de 2 mil 350. Siendo diciembre un mes de fiestas y reuniones familiares, se puede pensar que la cifra será menor.
No podemos afirmar aquí que el problema de la violencia y la inseguridad ya se resolvió. Evidentemente no es posible hacerlo.
Ningún país de América Latina lo ha logrado hacer, salvo El Salvador a través de un método policial extremadamente duro que, probablemente, era el adecuado para la situación que vivía ese país después de una larga guerra civil y de fracasos políticos y económicos que hundieron al país en la pobreza y la emigración masiva a Estados Unidos, donde hay más de 2 millones de salvadoreños.
América Latina en su conjunto vive con fuertes actividades del narcotráfico que para muchos es una fuente de ingresos que de otra forma no obtienen. Y no solo del narcotráfico pues acuden al cobro de piso, al secuestro, a la minería ilegal y, recientemente, al tráfico de migrantes.
Ahora buscan mercados no solo en Estados Unidos, sino en Europa y Asia, donde aumentan sus actividades, en particular, con el tráfico de cocaína.
Un denominador común a todos los países de América Latina es que sufrimos la terrible pandemia de Covid19, que hizo retroceder varios años a nuestros países, incrementando la pobreza y la fragmentación social.
Sin embargo, es un factor que no se toma en cuenta al analizar la situación de violencia y delincuencia que viven nuestros países. Se la mira como hecho que no tiene nada que ver en esta situación, cuando es el más importante.
Además, tomemos en cuenta que en Colombia la producción de cocaína ha aumentado, sin incluir la producción de Bolivia y Perú. Es decir, hay una crisis de sobreproducción y de falta de mercados.
Al mismo tiempo, se debe analizar cuál es la situación que viven los grupos del narcotráfico en México. Da la impresión de que diversos analistas asumen que los narcotraficantes son seres de otro planeta a los que no les afectan las numerosas bajas que tienen sus filas que los han diezmado.
Por ese motivo, cada día les es más difícil operar, pues se eleva el costo de contar con un nuevo integrante.