Por Alejandro Rozado
Los jefes del Poder Judicial saben que les llegó su turno. La Cuarta Transformación ha modificado la estructura y el sentido de los otros dos poderes: el ejecutivo y el legislativo. Ahora le toca al de los togados.
Después del triunfo electoral avasallador de la 4T, desmantelar el castillo kafkiano de la judicatura es impostergable: la primera tarea. El desazolve de «la injusta justicia» que detiene la buena marcha de la nación en el siglo XXI.
Se les acabó el plazo histórico. Tarde o temprano iba a suceder. Y están aterrados. Quieren, por ejemplo, detener la Reforma Judicial inminente con un parito de labores en los juzgados. Se entiende que ese poder tan impregnado de corrupción y privilegios patrimonialistas se oponga al cambio moderno y democrático; pero es la resistencia natural a su propia desaparición.
Les llegó su hora por mandato popular. Harán escándalo mediático, pondrán el grito en el cielo, convocarán a la derecha minoritaria que protesta por la «sobrerrepresentación» para frenar el desmoronamiento político del último bastión del viejo régimen neoliberal. Pero no podrán evitar su destino, porque no atienden a la historia –sólo a su nepotismo interesado.
Un paro de labores no detendrá la marcha de esta historia que se echó a andar hace seis años.
La Reforma Judicial va con la mayoría calificada en el Congreso. Para eso votamos.
(Tomado del muro de Facebook del autor).