Este año el voto del pueblo de México dio un espaldarazo al presidente López Obrador y al movimiento de Transformación; se eligió, por mayoría, al 93% de los senadores y al 85% de los diputados miembros de la coalición gobernante.
El viejo régimen, los PRI y los PAN, habían logrado un acuerdo de gobernabilidad para que hubiera representación plurinominal, también de quien tuviera la mayoría, y pudiera modificar la Constitución.
Los que hoy son el PRIAN modificaron entonces la Constitución y definieron las reglas actuales para que los partidos políticos pudieran tener más representantes de los ganados; esto es, acceso a las plurinominales.
Metieron un agregado donde se defendían y decían que esto no aplicaba para las coaliciones.
En uno de sus oscuros acuerdos, a espaldas del pueblo, modificaron de nuevo la Constitución eliminando ese agregado, por lo cual al día de hoy es legal que cada partido sume sus pluris.
Ayer la secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde, lo ha dejado claro de manera contundente y así será: corresponden más de las dos terceras partes a los partidos que representan al Movimiento de Transformación.
Así que las argucias, las campañitas y los gritos desesperados de la oposición que padece este país son sólo eso, gritos de ahogado que pretenden hacer ruido para evitar las grandes reformas pendientes que ellos frenaron apenas en enero y, dentro de las cuales una importantísima es la Reforma al Poder Judicial.
En eso no hay vuelta atrás: la Transformación va por las reformas a la Constitución ya.