Por Luis Moreno
Octubre es un mes que invariablemente nos invita a la reflexión. En nuestro país, lo acontecido hace 55 años, para los que nos asimilamos nietos del 68, responde a la pregunta ¿De dónde venimos?, pero es importante profundizar en la pregunta: ¿Hacia dónde vamos?
Para responder tal cuestionamiento, tendríamos que saber en dónde estamos. Basta con hacer un breve recorrido por nuestra historia reciente (del 88 en adelante) para concluir que estamos en la cúspide de un proceso de definición que garantice la continuidad del proyecto de nación y, por lo tanto, de la vida pública nacional.
A su vez, nos encontramos en el tránsito de un liderazgo a otro: el principal líder de la transformación pasa la batuta a Claudia Sheinbaum Pardo. También, estamos en el momento en que la izquierda partidaria está más fuerte que nunca, y, en el momento en el que los simpatizantes de la Cuarta Transformación y la militancia ratificaron seguir anclados a la izquierda, sin regateos.
Ante el crecimiento del partido-movimiento, resulta muy complejo evitar fenómenos naturales y propios de un tiempo como éste: la adhesión de perfiles externos a la izquierda, la posible desideologización del proyecto y otras amenazas que pudieran asimilarse producto de lo anterior. En consecuencia, para analizar el porvenir, me parece relevante adentrarnos en las 14 tesis sobre MORENA y los partidos políticos que recién compartió Juan Carlos Monedero, académico e intelectual español:
- El momento más complicado en la vida de un partido es cuando sus liderazgos más consolidados tienen que ser sustituidos, aún más cuando esos liderazgos encarnan una época.
- En los procesos internos, es esencial que quien gane no lo gane todo y que quien pierda, no lo pierda todo.
- Hay una tensión entre el núcleo que dio origen a un partido y lo sostienen y la necesidad de abrirlo y crecer. Esa tensión no puede solventarse abriéndose de una manera que quiebre la coherencia ideológica ni cerrándose como una secta.
- En los comienzos de una formación política, es esencial afirmar los principios ideológicos pues es la garantía de mantener el espacio político.
- Suele ser un error buscar candidaturas que le gustan a los adversarios políticos o a sus votantes, pensando que así se garantiza la victoria electoral.
- Moderarse cuando no es el momento es darle vitaminas a los adversarios, de la misma manera que radicalizarse cuando no toca, da armas a los adversarios.
- En el siglo XXI, hay que preguntarle a los datos y completar con la intuición, no preguntarle a la intuición y buscar los datos que lo corroboren.
- No hay que pensar que los candidatos son para hoy, sino que son también candidatos para mañana.
- En las elecciones primarias donde un partido tiene varios candidatos, es más importante que se articulen en positivo sobre las capacidades de cada cual que no sobre sus problemas.
- Es importante que exista debate con los adversarios políticos, porque si no existe ese debate, la discusión se traslada a la interna.
- En política las familias y las corrientes existen y aunque lo ideal sería que fueran familias ideológicas, la realidad es que las razones de su existencia son más complejas. Negar la existencia de las familias y las corrientes o prohibirlas no les hace desaparecer.
- En un país presidencialista, todo lo que refuerce a la candidata es bueno y lo que la debilite es malo.
- En partidos-movimiento, hay que tener a la base estimuladas, no dopadas económicamente.
- Un partido vertical gestiona bien lo electoral pero mal lo ideológico; un partido horizontal gestiona bien lo ideológico pero mal lo electoral.
Podemos concluir de manera muy general (ya el lector hará sus propias conclusiones), que es de vital importancia mantener la coherencia ideológica, ello se logrará con la profundización del trabajo de formación política que arroje cuadros confiables capaces de ser perfiles íntegros y competitivos ante actores externos de otra naturaleza política que resulten más “competitivos” electoralmente. Además, hay que hacer énfasis en la conveniencia de no desistir en el contraste de ideas, en el debate permanente; en la necesidad de distinguir entre proyectos (el de los conservadores y el de la transformación). Se agrega a todo esto, la imperiosa necesidad de mantener la unidad.
Finalmente, en un parafraseo a Gramsci, “que prevalezca el optimismo de la voluntad sobre el pesimismo de la inteligencia”, es decir, siempre confiar en el pueblo, pueblo, pueblo.