Por Marybel Gutiérrez
Hoy en día, miles de familias mexicanas sufren la adicción de alguno de sus miembros que no pudo resistir la tentación de probar una sustancia nociva y quedó atrapado en la telaraña del consumo irracional de drogas.
De pronto, sin saber cómo ni cuándo, la comercialización de la droga y la búsqueda de mayores ganancias, provocó qué llegarán a los lugares más alejados; en muchas ciudades pequeñas, las sustancias adictivas se ofrecen a la carta por un creciente número de repartidores, esparcidos a lo largo de la geografía nacional, de tal suerte que hay lugares donde abundan repartidores disfrazados de comerciantes, van en motocicletas, incluso los taxistas y hasta el aparente ingenuo carrito de la nieve hacen entrega hasta la puerta de su casa.
La población de adictos ha aumentado hasta al grado de que es normal tener a algún pariente cercano, o lejano, con problemas que van desde el alcoholismo al consumo de múltiples sustancias, quienes al caer en la despersonalización y el aislamiento y terminan dañándose y dañando a la familia, con un circulo de sufrimiento físico, mental y espiritual, que los lleva a vivir en la marginación social.
Una de las soluciones que surgieron de parte de la sociedad civil, fue la propagación de Centros de Rehabilitación para adictos que, por una no tan módica cantidad, ofrecen ayuda a las familias rotas, desesperadas por rescatar una ansiada unidad familiar, pero sus servicios públicos para tal rubro no fueron suficientes.
De parte de los gobiernos neoliberales no hubo respuesta e esta problemática, no hubo una estrategia real y eficiente que diera la mano a tantas víctimas de la propagación del narco y sus huestes en el país.
El panorama dramático y desolado es real, y se requiere de múltiples factores para solucionar ese hueco social, pero la esperanza debe permanecer y poner manos a la obra como lo está haciendo el gobierno federal.
Hoy tenemos la oportunidad de apoyar en la medida que cada quien, dentro de las familias y amistades, puedan hacerlo, informándonos y propagando las acciones de la estrategia nacional de la Secretaría de Salud Pública, porque sin duda, la generación de un contexto de amor, comprensión e inclusión para atender esta enfermedad, es lo que se necesita.