Por Héctor Apolinar
Durante la conferencia “Mañanera” del martes 14 de marzo, el presidente López Obrador hizo importantes definiciones políticas sobre señalamientos que le hacen los grupos y partidos de oposición, en el sentido de que está “polarizando” al país, causando división.
El Presidente de la República rechazó que en el país haya una “polarización”, al señalar que “nosotros tenemos una alianza con el pueblo, no tenemos ningún problema, no hay diferencias con la gente”.
Pero apuntó que “hay un sector, una élite que defiende al antiguo régimen de corrupción, de injusticias, de privilegios que son los que no están conformes, pero esto también es normal, ¿para qué querer que todos pensemos de la misma manera?, eso no es democracia”.
Incluso defendió el derecho que tiene la oposición a manifestarse y criticar a su gobierno, como lo hacen diariamente. Apunto que eso es positivo.
“Yo les diría que hasta debemos celebrar que la gente se manifieste” porque es expresión de la transformación política que vive México.
“Lo que hay que entender es que estamos viviendo, afortunadamente, un proceso de transformación”, explicó el presidente López Obrador, en una respuesta audaz en materia política, ya que hay quienes llegamos a pensar que esas manifestaciones contra su gobierno son una amenaza a la democracia.
“Tenemos que aceptar de que hay quienes tienen una manera de pensar, una forma de ser, y esto no significa polarización ni cosa por estilo. Yo les diría que hasta debemos celebrar que la gente se manifieste, que los del domingo que marcharon que se les respeten sus derechos de manifestación, de libre expresión de las ideas, el derecho a disentir, defender sus causas”.
“En una dictadura no se podría hablar, bueno, imagínense que en una dictadura se permitieran insultos a la autoridad, como se dan todos los días a mi persona y no pasa nada”.
Los señalamientos del presidente López Obrador muestran una clara visión cuyo objetivo es impulsar la participación política democrática de la sociedad mexicana, que, por décadas, estuvo excluida de la vida política nacional.
Se argumentó que el pueblo no estaba capacitado para participar en la toma de decisiones sobre el rumbo del país y que esa facultad que era monopolio de una elite “ilustrada”, que en realidad cada vez fue más incapaz de gobernar eficazmente y que se hundió en la corrupción que deformó la economía y la vida política del país, creando reinos de privilegios ilegítimos y hasta ilegales.
Cuando sectores de la sociedad, como los trabajadores, se manifestaban, o criticaban, fueron reprimidos violentamente con el Ejército.
Fue el caso de los ferrocarrileros, de los maestros, de los médicos, y de los estudiantes universitarios en las décadas de los años 40s, 50s y 60s, del siglo pasado.
Como dice el presidente López Obrador esa práctica de gobierno viene desde el Porfiriato (“mátenlos en caliente”) e, incluso, podemos afirmar, que viene desde el dominio colonial español.
La represión violenta fue desalentando, por la fuerza y la amenaza, la participación política de la sociedad a la que solo se le permitía votar, pero por los candidatos “únicos”, cuando lo hacía por candidatos de su preferencia, se acudía al fraude electoral, como sucedió durante muchos años, especialmente en las elecciones de Carlos Salinas de Gortari, en 1988 y de Felipe Calderón, en 2006.
En La elección de Peña Nieto se acudió a formas más sofisticadas de fraude para evitar la acusación de haberlo cometido.
El gobierno del presidente López Obrador es el más legítimo de los últimos 50 años, y también el más democrático porque, como vemos, alienta y respeta la libertad de manifestarse y de expresarse aun con insultos denigrantes y ofensas a su persona y a su gobierno.
A pesar de eso, López Obrador ve en ello síntomas de la transformación política y social que impulsa su gobierno.