Los hechos de violencia desproporcionada provocados simultáneamente hace unos días en Guanajuato, Jalisco, Chihuahua y un día después en Tijuana, Ensenada y Mexicali, BC, de manera orquestada y coordinada, exigen una seria y profunda investigación para encarcelar a los culpables y a los que estuvieron detrás, dirigiendo la operación.
No solo se trató de sembrar la idea macabra de que el terrorismo ya está instalado en nuestro país, sino de generar rápidamente la sensación en el mundo de la existencia de un caos social en México, y de paso demostrar que AMLO no puede con el paquete de la violencia y menos acabar con ella.
Todo parece indicar que se trata de generar intranquilidad y miedo en la población por parte de los intereses desplazados del poder político y económico que por tantos años lo tuvieron en sus manos, y que ya no solo actúan como adversarios sino como enemigos de México, apoyados por sucios intereses del poder internacional.
Las posturas asumidas por el presidente AMLO, como la nacionalización del Litio, el elemento energético del futuro, así lo indican.
Esto ha ido más allá de una simple lucha por el poder. Esto rebasa ya los linderos de la ley, poniendo en peligro a la sociedad inocente con asesinatos a mansalva de manera abierta y descarnada, como sucedió en Chihuahua, en este episodio novedoso de maldad ejercido contra la población, tal y como se informó en los medios.
El problema mayor es que, según dijo el Presidente, “ya se empezó a disparar a los civiles. Y esto es lo más lamentable”. En Chihuahua hubo 11 muertos.
El problema de la violencia desatada en estos días no es cualquier cosa, pues ya no solo se trata de quienes dispararon sus armas contra gente inocente, sin deberla ni temerla, sino de quiénes están detrás planeando todo este espectáculo de terror, tratando de generar el caos.
En estos días grises hemos sido testigos las y los mexicanos de actos provocados por la alta criminalidad, ya sea por los que la ejecutan y la planean, y no es justo en un país como el nuestro que apenas ha empezado a ponerse en orden en materia de justicia para los que menos tienen. Y en ese sentido el Estado Mexicano debe permanecer verdaderamente fuerte para contener a todo aquel que atenta contra la paz y las leyes, y pretenda impedir con ello el cambio tan esperado a favor de la mayoría.
Ya son muchos los problemas sociales, económicos y políticos, acumulados durante tantos años, aunado a los abusos cometidos contra la población, como para no frenar de una vez por todas a quienes generan la violencia, hoy en día, y la usan ahora como arma para salirse con la suya, frenando la transformación que vive México. Porque, de no hacerlo, el caos crecerá. Y a nadie nos gusta. El crimen, desde lo más bajo hasta lo más alto, debe castigarse.