El pasado 4 de julio, la Conferencia del Episcopado Mexicano, junto con la Conferencia de Superiores Mayores de Religiosos de México y la provincia mexicana de la Compañía de Jesús, emitieron un importante mensaje público sobre la situación de violencia criminal y asesinatos que ocurre en diversos lugares del país, en el que anuncian la realización de una Jornada de Oración por la Paz en México, la que dio inicio el 10 del presente mes en todas las parroquias e iglesias católicas del país.
El nuevo documento no solo está firmado por el CEM sino por otros organismos de la Iglesia que seguramente intervinieron en su elaboración.
En el mismo ya no solicitan modificar la política de seguridad que aplica el gobierno, un cambio de la mayor importancia, dado que el documento que dieron a conocer el 23 de junio, pareció tomar partido en favor de los partidos políticos y grupos opositores al gobierno de López Obrador, una de cuyas banderas más importantes es descalificar la política de seguridad gubernamental, señalando que ha fracasado, al mismo tiempo que acusan de que está aliado al narcotráfico.
“Ante la gravedad de los hechos, hacemos un llamado al Gobierno Federal y a los distintos niveles de autoridades…es tiempo de revisar las estrategias de seguridad que están fracasando”, aseguró el CEM en aquel documento.
En la nueva declaración, los organismos de la Iglesia Católica, dicen:
“Los asesinatos y desapariciones que diariamente se cometen en el país, son un llamado a Dios a unirnos para pedir por la paz…por eso convocamos a una Jornada de Oración por la Paz”.
Esa jornada no solo se reduce a las misas que se realizaron el 10 de julio. También habrá distintas actividades de todos los organismos eclesiales y de laicos orientadas en ese sentido.
Otro de los cambios altamente significativos del nuevo documento de la iglesia, es que incluye orar no solo por las víctimas de la delincuencia organizada, sino también por los victimarios, es decir, por las personas que cometen los delitos y crímenes. Es un cambio dramático.
Al respecto dicen:
“Como signo profético de nuestra iglesia, las eucaristías del 31 de julio, pidamos por los victimarios, oremos por sus vidas y la conversión de sus corazones”.
Y añaden: “tendamos la mano para recibirlos con el corazón arrepentido a la casa de Dios, ellos también son nuestros hermanos y necesitan de nuestra oración. No más violencia en nuestro país”.
El hecho de que le Iglesia haya pedido orar por los victimarios y sus vidas tiene un significado social y ético de la mayor importancia, no solo porque la abre las puerta de la iglesia católica a aquellos delincuentes mayores para que, arrepentidos, depongan las armas y sus actividades, sino también porque algunos no estarán de acuerdo.
Sin embargo, de otra manera no es posible la paz, pues habría un estado permanente de lucha armada entre autoridades y delincuentes.
En cambio, si la sociedad y el estado les abre la puerta para que se arrepientan y depongan las armas, existe la posibilidad de la paz.
Un caso ejemplar de éxito de esa política es Colombia.
Los llamados de los grupos de oposición lanzar a las Fuerzas Armadas contra la delincuencia organizada, sin importar el costo en vidas humanas y el deterioro de la convivencia social, no reflexionan en el hecho de que, desde el gobierno de Felipe Calderón a la fecha, ya van más de 350,000 muertos por la violencia asociada al narcotráfico y a la delincuencia organizada, sin que estas hayan descendido significativamente.
Ese enfoque fue erróneo y le ha costado demasiado al país.
Por ello, el gobierno de López Obrador lo cambió de fondo, deteniendo los enfrentamientos y lanzando, al mismo tiempo, masivos programas de apoyos económicos a los sectores más necesitados (de donde urgen los delincuentes y sicarios), a los jóvenes, a los estudiantes y mejorando los salarios mínimos de los trabajadores, que eran los más bajos de América Latina los cuales solo fomentaban la pobreza y sentaban las bases para tomar el camino de la delincuencia.
La iglesia católica dio un importante paso al asumir esta nueva actitud que puede aportar mucho a la paz en el país, sin que incurra en prejuicios que alimentan el encono social y político que en nada ayudan.