No aceptar el resultado de más de 16 millones de votos a favor de la ratificación del presidente AMLO en la presidencia de la República no solo es un error garrafal de la oposición en su estrategia de recuperar el poder algún día, sino que, al desconocerlo, no aceptan las reglas pacificas como condición para lograr la concordia política en nuestro país.
La oposición del PRI, PAN, PRD y un grupo de empresarios que integran la COPARMEX, prefieren menospreciar la votación por la ratificación del mandato de quién promueve y lleva a cabo el avance de la Cuarta Transformación, el presidente López Obrador.
Estos 16 millones 500 mil votos a favor del Presidente tienen un significado político especial, pues no estaba en juego la elección de un candidato, sino el ejercicio de un nuevo derecho ciudadano, plasmado en la Constitución, de poder revocar o ratificar el mandato del más alto funcionario, el Presidente de la República.
Esto es lo que estaba en juego en la votación del domingo 10 de abril.
En otras palabras era un nuevo ejercicio democrático el que hicimos los ciudadanos que sienta un precedente para el futuro de México.
La oposición a AMLO argumenta que el Presidente “perdió” la votación porque solamente votó el 17% el padrón electoral que es de 90 millones de electores.
Esa fue la primera trampa del INE de Lorenzo Cordova. Nada tiene que ver esta primera e histórica votación de la Revocación de Mandato con la última votación de la elección presidencial. Y menos que el tope del padrón electoral haya sido condición vinculatoria. Y esa trampa se les fue hasta a los diputados y senadores de Morena y sus aliados, que se vieron obligados a negociar para poder aprobar la reforma constitucional que estableció la Revocación de Mandato.
El hecho de que se impusiera a la población comprometida con la justicia y la transformación del régimen corrupto, la cantidad de 44 millones de votos como mínimo para que fuera “vinculatoria” es un absurdo, pues es un “candado” que nadie podrá romper, lo que hará difícil retirarle el mandato a un Presidente de la República, por más que haya cometido acciones que lo justifiquen.
En el fondo se coarta un derecho ciudadano que debería ser inalienable, aunque ciertamente regulado por la ley.
Los más de 16 millones de votos es una votación descomunal, que bien se puede considerar un triunfo inobjetable por la mera proporción del “muestreo” inicial en el conteo, el cual se basa en un resultado científico. Sin embargo el mismo INE, en la primera declaración de Córdova contrastó este resultado con la elección presidencial pasada, coincidiendo plenamente con los argumentos manipuladores de la oposición de derecha en nuestro país.
No se puede pasar por alto que les faltó seriedad tanto a líderes de los partidos de oposición PAN, PRI y PRD, como a los liderazgos de la COPARMEX, pero lo más grave es que ésta falta de seriedad ocurrió también durante el proceso de votación con la actitud del consejero presidente del INE, cuya misión solamente es organizar elecciones y comportarse como un buen arbitro, no entrometerse en el proceso con declaraciones prejuiciadas. Eso debe analizarse como un probable delito electoral que dé lugar a su cese inmediato y someterlo a un juicio político.
Nadie, por más autoridad que sea, tiene derecho a imponer consideraciones políticas personales que lesionen el avance de la democracia, que no es otra cosa que cuidar el interés colectivo.
Por eso es que en esta nueva etapa de transformación urge una nueva Reforma Política que rompa con herencias del pasado, es decir, con moldes y trucos de la era salinista que aún imperan en ese órgano, dizque autónomo, pero de la voluntad popular. Debemos caminar hacia allá si no se quiere correr el riesgo de que en las próximas elecciones la situación se tense más y sucedan cosas peores.
El derecho a retirar el mandato a un gobernante, debe quedar garantizado no solo en la Constitución, sino en los hechos, con leyes que si bien fijen claros procedimientos legales para hacerlo, al mismo, tiempo no obstaculicen ese derecho.
El domingo, la Reforma Eléctrica
Qué curioso cuadro nos presenta la historia. El futuro de la Reforma Energética y una buena parte del futuro económico de la gente más pobre del país ha quedado finalmente en manos de los diputados del PRI, cuyo signo en las últimas décadas ha sido la traición a México. Ojala que, en este momento de definición, recapaciten.
La votación clave del domingo estará a cargo de los diputados del PRI que algún tiempo defendieron el interés nacional, pero desde el Pacto por México de Peña Nieto, que no fue otra cosa que vender al país, se echaron a perder. A ver cómo deciden pasar a la historia con su voto el próximo domingo.