¿No hay otra forma de detener la violencia?

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El pasado 23 de marzo, el conocido politólogo, Jorge Zepeda Patterson, describió un panorama desolador en materia de seguridad pública en el país ( La militarización que viene: ¿impuesta o tutelada?) que, siendo acertado en varios de sus señalamientos, no toma en cuenta “otros datos” de primer orden que nos ayuden a entender la mecánica de la violencia de la  delincuencia organizada y la estrategia del gobierno de López Obrador para contenerla y reducirla.

Es importante explicar que Jorge Zepeda es un analista agudo de la situación política de México, cuyos puntos de vista tienen coincidencias con la 4T.

 Por lo tanto lo que aquí escribimos no es una descalificación a sus escritos, sino una aportación a un sano debate y a una mejor comprensión del problema de la violencia y el crimen que afecta al país.

Zepeda sostiene que en estos momentos se hace necesario utilizar a las Fuerzas Armadas en una “confrontación” directa con la delincuencia organizada ya que su dominio avanza por zonas cada vez más amplias del país y supera a todos los cuerpos policiacos existentes.

“Las implicaciones políticas son graves, pero si no comenzamos a discutirlo pueden ser catastróficas.

La tendencia expansiva de la delincuencia muestra que hace tiempo se cruzó el límite en el que el sistema de justicia o las policías civiles podían enfrentarlos, mucho menos reducirlos”, dice Zepeda sobre su propuesta.

Y argumenta que “los ejércitos paramilitares del CJNG …superan a los cuerpos de seguridad nacional, sean municipales, estatales o federales. Y, por otro lado…

La fuerza económica de las bandas para sobornar, meter en sus nóminas informales y/o intimidar a las autoridades locales, torpedea toda posibilidad de que la administración pública se convierta en un freno a la expansión criminal”.

Ciertamente es alarmante lo que sucede en varios estados de la república, pero es importante comprender que esos grupos se alimentan y retroalimentan de la violencia. La vida civil pacífica los asfixia.

Pero en su artículo, Zepeda no toma en cuenta los siguientes elementos:

1. El gobierno del presidente López Obrador tiene una fuerza social y una legitimidad mayor a la que ha tenido cualquier gobierno en los últimos 60 años, lo que lo hace un gobierno fuerte.

El presidente pudiera dar la orden de la confrontación que propone Zepeda, con apoyo social, pero—como lo ha dicho—no considera que  sea la solución al grave problema de pobreza, falta de oportunidades, complicidad, corrupción  y atrofia institucional que originan, en buena medida, la delincuencia y el crimen.

Pero es obvio que  el gobierno de López Obrador no renuncia a su uso, ningún Estado puede renunciar a ello.

2. Su gobierno está reconstruyendo la credibilidad y el prestigio social del gobierno de la república que se encontraba en su nivel más bajo en décadas.

Esta es una tarea de la mayor importancia, tal vez la más importante dentro su gobierno, pues sin credibilidad y legitimidad, México pudiera haber  entrado en un proceso de disolución social y de desobediencia civil sin regreso.

3. El presidente López Obrador está logrando que el aparato gubernamental burocratizado durante años por la lentitud, ineficiencia y corrupción, trabaje de manera más eficiente y honesta para que responda a las demandas y necesidades de la sociedad mexicana.

No está siendo una tarea sencilla porque se topa con décadas de burocratismo y clientelismo que no son fáciles de superar.

Sin embargo, se avanza, como queda demostrado con la aplicación de los programas sociales que llegan a cerca de 15 millones de personas, mediante nuevos mecanismos como son los “Siervos de la nación”, los cuales están cumpliendo con su tarea, vital para muchos mexicanos o el cobro honesto de impuestos.

4. El presidente López Obrador está impulsando que las Fuerzas Armadas se orienten a una nueva misión que no sea la de la represión y confrontación sangrienta. Esa nueva misión incluye, de manera destacada, colaborar en la construcción de obras públicas de beneficio social, como fue el caso del Aeropuerto Felipe Ángeles.

Fue sumamente importante también la participación de las Fuerzas Armadas en la Campaña Nacional de Vacunación.

Esas acciones, entre otras, están construyendo una nueva identidad de cuerpo que se aleja de los enfrentamientos sangrientos y de la represión que se produjeron, en especial, en el gobierno de Felipe Calderón bajo la llamada “Guerra a al narco”, que las estaba desgastando y desprestigiando aceleradamente.

En el gobierno de Calderón murieron poco más de 400 soldados, la mayoría en enfrentamientos contra los grupos del narco, además de los numerosos inocentes fallecidos en enfrentamientos, los llamados “daños colaterales”, lo que hoy casi no sucede.

Es altamente difícil que un gobierno sin respaldo social mayoritario logre frenar y reducir la expansión de la delincuencia puesto que carecería de credibilidad y de legitimidad para utilizar la fuerza militar, como le sucedió a Felipe Calderón debido a su origen ilegítimo causado por la sucia maniobra electoral concertada para llevarlo al poder ilegalmente.

Felipe Calderón lo intentó pero fracasó estrepitosamente, la violencia del narcotráfico y la delincuencia no se redujeron, sino que aumentó.

Cualquier gobierno puede hacer uso legal de la fuerza siempre y cuando cuente con el respaldo social y político mayoritario para ello, pero, además, la fuerza misma debe ser legitima.

Eso es lo que está hoy ocurriendo con la creación de la Guardia Nacional y la nueva orientación de las Fuerzas Armadas, que ya no están para reprimir indiscriminadamente, sino para construir, y esa nueva orientación les está proporcionando una nueva legitimidad.

Son fuerzas con una legitimidad que procede de un gobierno no solo legal, sino respetado y apoyado por la mayoría de la sociedad.

Se argumenta que durante el gobierno de López Obrador aumentó el número de muertos causados por la violencia que está por superar a los fallecidos en gobiernos anteriores.

Sin embargo, no se toma en cuenta un hecho extraordinario que fue la pandemia de coronavirus que paralizó la economía y a la sociedad, con efectos negativos enormes, tanto en crecimiento de pobreza, cierre de empresas y muertes.

El choque ha sido terrible. Sin embargo, el país se está recuperando rápidamente. Si la pandemia no hubiera ocurrido, la situación de los mexicanos sería mucho mejor y hubiéramos superado algunos de los problemas que enfrentamos.

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